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¿QUÉ ES UN MAQĀM?
B.R.R
Un maqām es un lugar sagrado asociado a figuras espirituales, visitado por personas en busca de bendición y renovación espiritual.
En el contexto actual, el maqām se entiende como un espacio espiritual, santificado por su vínculo con una figura de gran relevancia espiritual, como un awliyāʾ (santo) o un profeta.
La sacralidad del lugar no depende necesariamente de la presencia física del cuerpo de esa figura, aunque en ocasiones puede estar allí enterrado. También puede tratarse de un lugar donde dicha figura realizó un retiro espiritual o donde se manifestó un hecho considerado milagroso.
Dentro de la tradición sufí, la visita a estos espacios (ziyāra) constituye una práctica devocional profundamente significativa, motivada por el deseo de obtener bendiciones (baraka) y de encontrar respuestas a las súplicas personales.
Son muchos los lugares, especialmente en el mundo islámico, que son visitados por peregrinos con la esperanza de hallar consuelo, fuerza, respuestas o renovación espiritual. Turquía, Marruecos, Siria, India… todos estos países acogen maqāmāt (plural de maqām), espacios maravillosos y luminosos que evocan la pureza esencial del ser humano.
Los maqāmāt como etapas del alma
Los maqāmāt son lugares sagrados que reflejan las etapas espirituales del alma en su búsqueda de lo divino.
Existe una correspondencia sutil pero significativa entre los maqāmāt físicos —los santuarios o espacios sagrados— y los maqāmāt espirituales —las estaciones del alma en su viaje hacia lo divino—.
Personas que valoran los momentos de recogimiento, reflexión y reconexión con uno mismo y con los valores elevados y excelsos.
De forma análoga, los maqāmāt como espacios físicos pueden actuar como espejos o catalizadores de esas estaciones internas.
Visitar un maqām no implica únicamente una experiencia externa, sino también una disposición interior para habitar simbólicamente ese estado espiritual: el anhelo, la humildad, la confianza, el Amor o la entrega.
Así, el espacio sagrado no es solo un destino geográfico, sino también una morada del alma, donde el viajero puede intuir o alcanzar un estado que transforma su conciencia.
Una experiencia que va más allá de la razón
El Poder transformador del Maqām
Más allá de una definición lineal o meramente conceptual, resulta evidente que el impacto de un maqām trasciende cualquier explicación formal. La experiencia del visitante —incluso en contextos turísticos— da cuenta del potencial transformador de estos lugares.
Encuentro con la verdad interior
Es frecuente que quien los visita describa sensaciones de conexión profunda con su dimensión más íntima y auténtica. En muchos casos, unos pocos minutos en un maqām bastan para que la persona experimente una reorientación espiritual hacia su verdad interior.
EL MAQAM DE BURG
El Maqam de Burg es un santuario espiritual en los Pirineos que facilita una conexión profunda con lo trascendente.
El Maqam de Burg, consagrado al Sultan al-Awliya Shaykh Abd Allah Fāʾiz ad-Dāghistānī, se encuentra en el corazón de los Pirineos, entre montañas que parecen custodiar silenciosamente un misterio antiguo. Rodeado por un entorno natural de impresionante belleza, este lugar irradia una tranquilidad que no es solo del paisaje, sino también del alma.
Por razones que trascienden nuestra comprensión, estos lugares actúan como espejos del alma y catalizadores del espíritu. Al cruzar su umbral, el visitante no entra simplemente en un lugar geográfico, sino en una dimensión diferente de la realidad, donde lo sagrado se vuelve tangible. En la aparente sencillez y silencio de su entorno, se abre una puerta hacia lo eterno, hacia lo íntimo, hacia lo que realmente somos.
Muchas personas que se acercan a este «maqam» lo hacen impulsadas por un llamado interior que no siempre saben explicar. Y sin embargo, al estar allí, incluso solo unos minutos, encuentran aquello que no sabían que buscaban: la proximidad con lo divino, la paz interior y la verdad esencial del ser. No se trata de una experiencia espectacular ni necesariamente emocional, sino de una transformación profunda y silenciosa, como si el Corazón recordara algo olvidado durante mucho tiempo.
El Maqam de Burg es un santuario dedicado a un gran maestro espiritual, es una estación del alma, una morada simbólica donde convergen el anhelo humano y la Misericordia divina. En él resuena la enseñanza viva del Sultan al-Awliya Abdullah al Daghestani. Su presencia todavía se percibe para quienes caminan con sinceridad, humildad y apertura.
Como ocurre con otros «maqāmāt» en el mundo, su Fuerza no reside solo en el pasado, sino en su capacidad de tocar el presente y orientar al viajero hacia lo más luminoso de sí mismo.
Breve historia de los inicios de nuestro Maqam de Burg
Vivo con mi familia en un pequeño pueblo pirenaico, de solo cuatro o cinco casas habitadas: ese es todo nuestro vecindario. Nos mudamos allí a principios del milenio, buscando una vida natural, tranquila y segura.
En 2007, a punto de ser padres, tomamos como guía a nuestro maestro Mawlana Sheij Nazim y, con él, el camino del sufismo. Aquel propósito inicial de vida rural dio un giro inesperado que transformó radicalmente nuestra dirección vital, así como nuestra relación con el entorno. El sufismo llamaba a nuestros Corazones, y sentimos que ese llamado nos exigía revisar nuestra vida.
En enero de 2010 viajé a su dergah en Lefke, Chipre, con la intención de realizar un retiro de 40 días. Al final del retiro, durante la despedida, Mawlana nos encomendó construir un maqam en Burg en honor a su maestro, el Gran Sheij Abdullah (q.s.). Le expresé mis dudas por lo pequeño y discreto de nuestro pueblo, pero él respondió con dulzura: “Poco a poco. Podéis hacer un maqam”.
Nos dio indicaciones: debía estar en el bosque, bajo un gran árbol; aparecerían gatos negros, y habría un tesoro. Durante dos meses buscamos sin éxito, hasta que entendimos: el lugar era una antigua cuadra llena de vegetación, justo al lado de casa. Junto a ella, el campanario de la iglesia se alzaba como un “gran árbol”. ¡Era el sitio! Poco después, aparecieron siete gatos negros. Consultamos a nuestro maestro y confirmó: “Es el lugar”. Construimos una estructura sencilla, que durante 14 años ha sido el corazón espiritual de nuestra vida, bendecida con muchas visitas.
En enero de 2024 comenzamos su reforma. El 20 de abril fue inaugurado por nuestro actual maestro, Sheij Mehmet Adil ar-Rabbani, y su hermana Hajja Rukiye. Coincidió casi con el cumpleaños 102 de Sheij Nazim, y más de 250 personas de todo el mundo celebraron con nosotros.
Pedimos a Dios que proteja este lugar y a quienes lo visiten, cubriéndolos con Su Luz, Misericordia y Bendiciones. Amín.
Grandsheij Abdullah al-Faiz ad-Daghestani (que Dios santifique su ser más profundo) fue el trigésimo noveno Sheij de la Cadena de Oro de la orden Naqshbandi. Fue el Qutb o «Polo Espiritual» de su tiempo, también conocido como el Sultan al-Awliya, es decir, el “Rey de los Amigos de Dios”.
Nació en Daguestán, Asia Central, en 1891. El Sheij Abdullah fue criado y formado por su tío, el Sheij Sharifuddin ad-Daghestani, quien en ese momento era el Maestro de la orden Naqshbandi. Fue él quien lo cuidó especialmente desde muy joven. El propio Sheij Sharifuddin ya había anunciado a su hermana, durante el embarazo, que el niño que llevaba en el vientre sería el Sultan al-Awliya de su tiempo.
El Grandsheij Abdullah empezó a hablar a los siete meses de edad. A los siete años ya conocía el Corán y solía sentarse junto a su tío, el Sheij Sharifuddin, para responder las preguntas de las muchas personas que acudían en busca de consejo. Pronto se hizo famoso por su conocimiento espiritual y religioso, atrayendo numerosos visitantes. También era conocido por su capacidad para sanar a las personas.
A finales de la década de 1890, el Sheij Abdullah se unió al Sheij Sharifuddin cuando sus familias abandonaron Daguestán, huyendo de la incursión soviética bolchevique. Emprendieron un peligroso viaje a pie, en pleno invierno, que duró cinco meses, hasta llegar a Turquía. Tras una primera parada de un año en Bursa, se establecieron en Rashadiya (hoy conocida como Gunekoy), donde se reunieron con el tío del Sheij Sharifuddin y con el Sheij Abu Muhammad al-Madani. Allí construyeron una mezquita y fundaron una modesta comunidad sufí.
El padre del Sheij Abdullah falleció cuando él tenía trece años, y desde entonces tuvo que trabajar para mantener a su madre. Se casó a los quince años. Seis meses después del matrimonio, el Sheij Sharifuddin le ordenó entrar en reclusión durante cinco años. Esta reclusión tuvo lugar en una cueva, en lo alto de una montaña nevada, al fondo de un gran bosque. Una persona le llevaba cada día siete olivas y dos onzas de pan.
Cuando el Sheij Abdullah salió de esta reclusión, a los veinte años, fue reclutado por el ejército turco y enviado a combatir en la Batalla de Safar Barlik, en los Dardanelos, donde resultó gravemente herido en el corazón. Milagrosamente sobrevivió, experimentando elevados estados espirituales mientras estuvo al borde de la muerte. A los treinta años, volvió a entrar en otra reclusión de cinco años.
El Sheij Abdullah tuvo dos hijas con su esposa Halima. Poco antes de su fallecimiento, en 1936, el Sheij Sharifuddin lo nombró oficialmente su sucesor. Tras su muerte, una delegación del rey Faruq de Egipto acudió a presentar sus condolencias, ya que el Sheij Sharifuddin tenía muchos seguidores en Egipto. Uno de los príncipes que formaba parte de la delegación pidió la mano de la hija menor del Sheij Abdullah en matrimonio. La propuesta fue aceptada y se celebró la boda.
“El hielo que habita el mundo
mi Corazón lo fundirá.
Mi Hogar será una ermita
de Paz y Bienestar.
Solo hace falta sembrar alegría,
valores y familiaridad,
para acoger a quien llega
con Amor y Bondad.”